Por el hecho de ser seres humanos en primera instancia, somos necesitados y dependientes, por lo tanto, seres sociales regidos por nuestras relaciones, por aquello que nos vincula a los demás, por un sentimiento de pertenencia a nuestros grupos: la familia, los amigos, los entornos culturales y muy específicamente la pareja. Es así como creamos unos vínculos que nos aseguren una sensación de estabilidad, dictando patrones que no guardan relación alguna a normas morales o éticas, sino únicamente al sentimiento del amor, que expresado en acciones nos dan sensación de bienestar y pertenencia que los seres humanos necesitamos para nuestro bienestar. Nuestra vida cobra su verdadera fuerza en el contacto con nuestro otro yo, es decir la pareja, proyectándose en un alma que une y trae felicidad. Es en estos momentos donde logramos sintonizarnos con el Gran Alma a través de la rendición...